COMPILACIÓN
TIERRA DE NADIE
ROLANDO COSTA PICAZO
(Miño y Dávila - Buenos Aires)
Otro libro sobre la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en su centenario. La mirada que lo orienta no es militar, ni política, ni económica, sino enfocada hacia la notable producción poética de soldados británicos que participaron en la terrible “Gran Guerra”. En la literatura anglófona el término war poets los alude implícitamente, y no precisamente por falta de otras guerras.
Cumplen la función de prólogo dos poemas vinculados a soldados de siglos anteriores y una anónima canción que apela al humor para denostar la lucha armada: “Cuando me vista de civil, / ¡Ay qué feliz voy a ser!”, para cerrar con dos bellas citas, una de los Upanishads, sobre el anhelo de la Paz del más allá, y otra de Ghandi: “No hay caminos para la paz; la paz es el camino.” Tales textos ilustran lo que señalara Paul Fussell (en The Great War and Modern Memory en 1975) y que el autor actualiza: al principio, fervor patriótico, y luego, sufrimiento y desilusión, más allá de cualquier victoria. Victoria que la mayoría de esos jóvenes no vieron: habían caído en el terrible barro de las trincheras o en el cruel espacio entre ellas, la “tierra de nadie” del título, o quizá en la urgencia de los ataques o en precarios hospitales, tan lejos de sus afectos como de los políticos, “soldados de sillón” que decidían sus destinos.
La Primera Parte de este excelente volumen incluye datos sobre el Frente Occidental, donde actuaron tropas de las islas británicas. Allí lucharon y poetizaron Julian Grenfell, John McCrae, Rupert Brooke, Charles Sorley, Robert Graves, Edmund Blunden, Siegfried Sassoon, entre otros. Los poemas elegidos están en inglés, acompañados por sobrias, lúcidas versiones en español, de Costa Picazo. Hay además un valioso rescate bibliográfico, producto del auge académico de los estudios sobre la mujer: poesía bélica escrita por mujeres.
Poesía en la compasión
La Segunda Parte antologiza y comenta poemas de Blunden, Graves y Sassoon, ya nombrados, y otros de Isaac Rosenberg y Wilfred Owen, dos grandes. La impresión que causa esta cosecha lírica pasa por el impacto de ver una generación nutrida por una educación profundamente humanística y, además, dotada de capacidad expresiva y libertad de pensamiento.
Solo Sassoon, Blunden y Graves sobrevivieron. Robert Graves murió en 1985, tras una vida dedicada a la literatura, los mitos y la historia: acá nos llegó la versión televisiva de su libro Yo, Claudio. Wilfred Owen, muerto una semana antes del armisticio, no vio su libro Poemas, impreso por su camarada Sassoon, pero en él dejó palabras hoy grabadas en la lápida de mármol del “rincón de los poetas” en la Abadía de Westminster, donde descansa con 15 compañeros: “Mi tema es la Guerra, y la compasión de la Guerra. La Poesía está en la compasión”. Borges, cuyo sucesor en la cátedra de Literatura Inglesa de la UBA sería precisamente Costa Picazo, también lo entendería así, y de ahí su poema “Juan López y John Ward”.
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Eugenia Flores de Molinillo